miércoles, agosto 02, 2006

PARA LA RECIENTE MEMORIA DEL SOCIALISMO

Este artículo, publicado en el ABC es una notable pieza de convicción de la sinuosa línea socialista que la memoria pierde cada dos por tres. O tres por cuatro. Junto con la memoria histórica viene un olvido histórico potente que evita la justicia en las elecciones. Ignacio Camacho señala muy bien y con puntería burlona.

Honorable «Cacerolo»

Por IGNACIO CAMACHO

LLEVABA el maletín a cuestas cuando lo paró la Policía. Veintidós millones de pesetas del año 92, procedentes de una comisión entregada en Madrid por una constructora a la que le había conseguido la contrata de una carretera autonómica. Un trabajito fácil: su hermano era director general de Carreteras en la Junta de Manuel Chaves. Coser y cantar. Lo decía uno de los comisionistas en las escuchas interceptadas: yo con tres o cuatro milloncitos al mes me puedo retirar. Cuando trincaron con la pasta a Jorge Ollero se supo que ese dinero era, en efecto, la calderilla de un montaje. Informaciones privilegiadas, concursos a medida, pasteles repartidos. Una trama de corrupción en la rutilante Andalucía socialista de la Expo.

En las charlas telefónicas, los imputados hablaban en clave, como Mortadelo y Filemón. Aquello era una radiografía, un retrato de época. «Los del whisky» eran Dragados y Construcciones (DYC); «el Árbol» era Del Pino, el de Ferrovial, y «Cacerolo» era, naturalmente, Ollero. A su hermano lo llamaban, claro está, «el hermano de Cacerolo». Todo muy sutil, como salta a la vista. Llevaban años manejando contratas y concursos en las tripas de la administración autonómica. Saltó un escándalo considerable, pero Chaves puso cara de póquer y nadie se dio por aludido, salvo la constructora que había pagado la tela, Ocisa, que tomó una decisión trascendental: cambiar de nombre. A unos cuantos comisionistas los metieron en la cárcel una temporada. Los procesaron por el procedimiento abreviado: el juicio sólo se demoró siete años, en el curso de los cuales falleció uno de los cerebros de la trama. Hubo condenas medianas, alguna leve, y alguna absolución. Pero...

Pero la orden judicial de intervenir teléfonos tenía un defectillo de forma. El Constitucional anuló las escuchas en 2003, y sin escuchas no había caso. Hubo que repetir el juicio sin tomarlas en cuenta. El lunes salió la sentencia en Sevilla. Todos absueltos. El juez admite que hay aspectos del caso que «extrañan y rechinan al ciudadano», pero sin pruebas no puede condenar, y no condena. Los abogados han celebrado el fallo -nunca mejor dicho- judicial como «un triunfo del Estado de Derecho». En Alhaurín de la Torre, donde se amontonan los acusados de la corrupción marbellí, el nuevo juicio ha levantado grandes expectativas, habida cuenta de que la Operación Malaya se basa en la intercepción de comunicaciones telefónicas.

De inmediato, «Cacerolo» ha pedido que le devuelvan el célebre maletín, símbolo de la época gloriosa y dorada de los pelotazos y las comisiones, y definido en la estupefaciente sentencia como «cosa sin dueño». El procesado alega que el dueño legítimo es él, y probablemente tenga razón. Pedirá el attaché, los 22 «kilos» y los intereses, otro pellizco. Pero al fin y al cabo, ese dinero es suyo. Lo robó limpiamente, como cualquier hombre honrado.