LA DEUDA DE LOS PEDIGÜEÑOS
Catalanismo e historia
Tribuna Abierta de ABC
¿QUÉ DERECHOS HISTÓRICOS?
«Cuáles son esos "derechos históricos" de que tanto hablan Zapatero y Mas. Me temo que, conociendo las reminiscencias fenicias y las costumbres feudales de los del nordeste de España, se trate de una historia inventada más»
«EL pacto Zapatero-Mas incluye los "derechos históricos" como principio del nuevo Estatuto», dice en portada el ABC del 29-01-06.
Con todo respeto pregunto a Zapatero y a Mas cuáles son esos derechos-históricos. No pueden ser «derechos» del tiempo de los romanos o de los godos. Entonces la Península Ibérica se llamaba «Hispania». Sin distingos se conservaban las características locales de sus comarcas manteniéndose la unidad dentro de la variedad.
¿Procederán los derechos catalanes del tiempo de los árabes? José Oses Larumbe, maestro nacional de Barcelona, en su libro «La nación catalana no ha existido nunca», Industrias Gráficas Uñarte, 1932, cuenta el comportamiento catalán de entonces: «Mientras en Asturias se organizaban los bravos españoles para la recuperación de la Patria, en el nordeste —hoy Cataluña—, los naturales con demasiadas reminiscencias de fenicios y cartagineses, más avezados a las transacciones comerciales que a la lucha guerrera, optaron por no resistir para salvar vidas y haciendas... La cobardía de los godos españoles del nordeste de la Península puso en peligro los estados cristianos del otro lado de los Pirineos» (pág. 6). [Se hace notar que la cosa de la Nación Catalana es repetitiva y fatigante: ya les tenían que desengañar en 1932, poco después de declararse, de boquilla, independientes]
El maestro Oses comenta seguidamente las consecuencias de esta cómoda cobardía. Los francos tuvieron que detener el avance avasallador de los sarracenos. Carlos Martel los vence en Poitiers (732). Sus sucesores, Carlomagno y Ludovico Pío los expulsan definitivamente de Francia y los alejan más allá del nordeste hispano. Conquistada Barcelona (801), crean condados feudales —verdaderas barreras fortificadas— para frenar las incursiones moriscas. Llaman a esta zona «La Marca Hispánica» (no podían llamarla «catalana» puesto que Cataluña no existía). Para sacar de posibles dudas, citaré documentos del año 815, referidos al nordeste de España, en la que recitan los nombres de esos condes: Bera, Gaucelino, Gisclaredo, Odilón, Ermengario, Ademaro, Laibulfo y Erlino. A dichos condes «Carlo, Serenísimo, Augusto, coronado por la mano de Dios, etcétera» les pide que atiendan bien «a los españoles que administráis». En otro Precepto se dice textualmente: «Todo el mundo sabe que muchos españoles, no pudiendo soportar el yugo de los infieles contra los cristianos, han abandonado todos sus bienes y han venido a buscar asilo en nuestra Septimania o en aquella parte de España que nos obedece... Hacemos saber que tomamos a esos extranjeros bajo nuestra protección» '(pág. 8).
El nordeste español mantuvo la estructura condal varios siglos, hasta el tratado de Corbeil (1258). Por este tratado se acordó que los condados franceses en territorio hispano pagarían su vasallaje a la Corona Aragonesa y los españoles en suelo francés, a la Corona Carolingia. Jaime I hizo de todos aquellos señoríos feudales una amplia comarca que con el tiempo se llamó «Cataluña». Es sabido que los condados más poderosos fueron muy reacios a perder sus privilegios. Basta recordar el comportamiento del Conde de Urgel en el Compromiso de Caspe (1412). Ante las verdades históricas contrastadas, formulo dos preguntas elementales a nuestros inefables Zapatero y Mas. Primera: ¿dónde están y cuándo comienzan los «derechos históricos» de Cataluña? Por lo leído, tienen que arrancar muchísimo después de la finalización de la Reconquista cristiana (1492). Pero resulta que por antigüedad, valor e historia tienen más «derechos históricos» los astures, cántabros y gallegos, iniciadores indómitos de la Reconquista; Castilla y Aragón, artífices de la unidad de España; Toledo, Andalucía, Valencia y Mallorca, focos admirables de cultura y poderío de los reinos árabes... Segunda: ¿cómo pudo Cataluña dar lengua, cultura y esencia a Mallorca (1229) y a Valencia (1238) si entonces no existía ni geográfica ni políticamente? Desde la más alemental lógica es imposible. ¿Por qué ahora, políticos pancatalanistas, universidades pancatalanistas y nacionalistas iluminados enseñan obstinadamente que valenciano y balear son obra catalana?...
Creo que sigue más vigente que nunca lo que denunciaba el señor Oses en 1932 (2ª República Española): «Los poderosos (con historias fantásticas inventadas) supieron de siempre convencer al pueblo, haciéndole creer que los intereses de sus señores eran los del pueblo mismo... El separatismo es la continuación de las ambiciones de los privilegiados (entonces eran los señores feudales, ahora son los señores políticos). El pueblo sigue dócilmente a los descendientes de Bera y de Wifredo y de Ramón Berenguer IV sin detenerse a examinar quiénes y qué son los que para saciar sus ambiciones no"vacilarán en conducirle a una guerra civil» (pág. 19).
Por esto quiero saber cuáles son esos «derechos históricos» de que tanto hablan Zapatero y Mas. Me temo que, conociendo las reminiscencias fenicias y las costumbres feudales de los del nordeste de España, se trate de una historia inventada más, para mantener privilegios y asegurar beneficios. ¡Qué magistralmente lo decía Antonio Burgos, el 29-1-2006, en su artículo abecedario «El Tempranillo al revés». Sí, los inventados «derechos históricos» se invocan para mejorar aún más a los ricos catalanes, empobreciendo a los demás. Desde luego a Baleares la han empobrecido quitándole su auténtica lengua ancestral.
Juan Vanrell Nadal
(*) Presidente de la Academia de la Lengua Balear
Las citas de un libro editado en 1932, dejan entender algo: que los codiciosos de Cataluña no vacilarían en llegar a la Guerra Civil. Ya lo habían hecho antes y lo hicieron cuatro años después de que se publicara el libro de historia que refiere D. Juan Vanrell Nadal. Ahora es probable que los señores feudales, los amos que militan en la Burguesía Catalana, tampoco vacilen. A veces la ambición supera a la inteligencia. A veces los primeros pasos fáciles convencen al andarín de que puede llegar infinitamente lejos. No parece que Zapatero vaya a pararles los pies, lo que significa que todos padeceremos la «fiebre catalana», que siempre termina mal para toda España.
El Rector Alberto.
«EL pacto Zapatero-Mas incluye los "derechos históricos" como principio del nuevo Estatuto», dice en portada el ABC del 29-01-06.
Con todo respeto pregunto a Zapatero y a Mas cuáles son esos derechos-históricos. No pueden ser «derechos» del tiempo de los romanos o de los godos. Entonces la Península Ibérica se llamaba «Hispania». Sin distingos se conservaban las características locales de sus comarcas manteniéndose la unidad dentro de la variedad.
¿Procederán los derechos catalanes del tiempo de los árabes? José Oses Larumbe, maestro nacional de Barcelona, en su libro «La nación catalana no ha existido nunca», Industrias Gráficas Uñarte, 1932, cuenta el comportamiento catalán de entonces: «Mientras en Asturias se organizaban los bravos españoles para la recuperación de la Patria, en el nordeste —hoy Cataluña—, los naturales con demasiadas reminiscencias de fenicios y cartagineses, más avezados a las transacciones comerciales que a la lucha guerrera, optaron por no resistir para salvar vidas y haciendas... La cobardía de los godos españoles del nordeste de la Península puso en peligro los estados cristianos del otro lado de los Pirineos» (pág. 6). [Se hace notar que la cosa de la Nación Catalana es repetitiva y fatigante: ya les tenían que desengañar en 1932, poco después de declararse, de boquilla, independientes]
El maestro Oses comenta seguidamente las consecuencias de esta cómoda cobardía. Los francos tuvieron que detener el avance avasallador de los sarracenos. Carlos Martel los vence en Poitiers (732). Sus sucesores, Carlomagno y Ludovico Pío los expulsan definitivamente de Francia y los alejan más allá del nordeste hispano. Conquistada Barcelona (801), crean condados feudales —verdaderas barreras fortificadas— para frenar las incursiones moriscas. Llaman a esta zona «La Marca Hispánica» (no podían llamarla «catalana» puesto que Cataluña no existía). Para sacar de posibles dudas, citaré documentos del año 815, referidos al nordeste de España, en la que recitan los nombres de esos condes: Bera, Gaucelino, Gisclaredo, Odilón, Ermengario, Ademaro, Laibulfo y Erlino. A dichos condes «Carlo, Serenísimo, Augusto, coronado por la mano de Dios, etcétera» les pide que atiendan bien «a los españoles que administráis». En otro Precepto se dice textualmente: «Todo el mundo sabe que muchos españoles, no pudiendo soportar el yugo de los infieles contra los cristianos, han abandonado todos sus bienes y han venido a buscar asilo en nuestra Septimania o en aquella parte de España que nos obedece... Hacemos saber que tomamos a esos extranjeros bajo nuestra protección» '(pág. 8).
El nordeste español mantuvo la estructura condal varios siglos, hasta el tratado de Corbeil (1258). Por este tratado se acordó que los condados franceses en territorio hispano pagarían su vasallaje a la Corona Aragonesa y los españoles en suelo francés, a la Corona Carolingia. Jaime I hizo de todos aquellos señoríos feudales una amplia comarca que con el tiempo se llamó «Cataluña». Es sabido que los condados más poderosos fueron muy reacios a perder sus privilegios. Basta recordar el comportamiento del Conde de Urgel en el Compromiso de Caspe (1412). Ante las verdades históricas contrastadas, formulo dos preguntas elementales a nuestros inefables Zapatero y Mas. Primera: ¿dónde están y cuándo comienzan los «derechos históricos» de Cataluña? Por lo leído, tienen que arrancar muchísimo después de la finalización de la Reconquista cristiana (1492). Pero resulta que por antigüedad, valor e historia tienen más «derechos históricos» los astures, cántabros y gallegos, iniciadores indómitos de la Reconquista; Castilla y Aragón, artífices de la unidad de España; Toledo, Andalucía, Valencia y Mallorca, focos admirables de cultura y poderío de los reinos árabes... Segunda: ¿cómo pudo Cataluña dar lengua, cultura y esencia a Mallorca (1229) y a Valencia (1238) si entonces no existía ni geográfica ni políticamente? Desde la más alemental lógica es imposible. ¿Por qué ahora, políticos pancatalanistas, universidades pancatalanistas y nacionalistas iluminados enseñan obstinadamente que valenciano y balear son obra catalana?...
Creo que sigue más vigente que nunca lo que denunciaba el señor Oses en 1932 (2ª República Española): «Los poderosos (con historias fantásticas inventadas) supieron de siempre convencer al pueblo, haciéndole creer que los intereses de sus señores eran los del pueblo mismo... El separatismo es la continuación de las ambiciones de los privilegiados (entonces eran los señores feudales, ahora son los señores políticos). El pueblo sigue dócilmente a los descendientes de Bera y de Wifredo y de Ramón Berenguer IV sin detenerse a examinar quiénes y qué son los que para saciar sus ambiciones no"vacilarán en conducirle a una guerra civil» (pág. 19).
Por esto quiero saber cuáles son esos «derechos históricos» de que tanto hablan Zapatero y Mas. Me temo que, conociendo las reminiscencias fenicias y las costumbres feudales de los del nordeste de España, se trate de una historia inventada más, para mantener privilegios y asegurar beneficios. ¡Qué magistralmente lo decía Antonio Burgos, el 29-1-2006, en su artículo abecedario «El Tempranillo al revés». Sí, los inventados «derechos históricos» se invocan para mejorar aún más a los ricos catalanes, empobreciendo a los demás. Desde luego a Baleares la han empobrecido quitándole su auténtica lengua ancestral.
Juan Vanrell Nadal
(*) Presidente de la Academia de la Lengua Balear
Las citas de un libro editado en 1932, dejan entender algo: que los codiciosos de Cataluña no vacilarían en llegar a la Guerra Civil. Ya lo habían hecho antes y lo hicieron cuatro años después de que se publicara el libro de historia que refiere D. Juan Vanrell Nadal. Ahora es probable que los señores feudales, los amos que militan en la Burguesía Catalana, tampoco vacilen. A veces la ambición supera a la inteligencia. A veces los primeros pasos fáciles convencen al andarín de que puede llegar infinitamente lejos. No parece que Zapatero vaya a pararles los pies, lo que significa que todos padeceremos la «fiebre catalana», que siempre termina mal para toda España.
El Rector Alberto.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home